Buenas relaciones pueden hacer milagros

gabriel roldan Angela molnos

Hoy me he despertado temprano, he dormido inquieto, con una presión en el pecho, tengo pocas ganas de comer y hasta me cuesta ir al baño. Estoy en alerta, tengo miedo aunque no sé a qué.

Sé que está situación que vivimos actualmente en relación al coronavirus va a llevar su tiempo. Desconocemos cuanto, a veces se nos va a hacer largo y nuestro estado de ánimo va a a ir cambiando.

Después de una primera etapa de impacto por la novedad, continua una travesía emocional por el túnel de un desierto marciano hasta que veamos más luz.

Recupero recuerdos poco favorecedores de mi recorrido profesional. Me viene a la cabeza la doctora y amiga, Ángela Molnos, antropóloga y psicoanalista húngara residente en Londres. Creo que sería en 1986 cuando Ángela vino a ayudarnos a elaborar la situación posterior al impacto de la irrupción del SIDA y la muerte de los primeros pacientes en la comunidad terapéutica Haize-Gain.

Como director del centro no me sentía muy competente, pues me había imaginado como Churchill arengando a pacientes y equipo a mantener el ánimo ante la zozobra del momento; pero la realidad era que estábamos muy deprimidos. Los silencios eternos se sucedían en los grupos y me costaba hablar, más bien me empequeñecía en la silla hasta casi querer desaparecer; lo cual me daba mucha vergüenza y sentir que no valía lo que hacía.

Ángela nos relató su experiencia de joven durante la guerra en un campo de concentración nazi y lo que a ella le sirvió para vivir. Nos contó en esa mesa de la foto cómo aprendió lo importante que era para la supervivencia el mantenerse vinculado con otras personas y el sentirse parte de un grupo. También que la mirada, o sea, «mirar y ser vistos» era parte fundamental para sentirnos y reconocernos como personas y que la presencia de esos otros servía mucho para mitigar el sentimiento de soledad y angustia tan grande en momentos difíciles.

Nos habló entre otras cosas de «los muertos vivientes», esas personas que vemos en los documentales de la época que con la mirada vacía deambulaban por el campo sin rumbo; pero eso es otra historia, sobre el abandono o la resistencia, o resiliencia ante la depresión.

Con estas reflexiones me relajé mucho.

Desde entonces y no se hasta cuántos años después un cartel presidia la sala de reuniones «buenas relaciones pueden hacer milagros». Ahora que veo a colegas y amigos promoviendo todo tipo de grupos y redes de apoyo y reflexión pienso en esas palabras.

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